Cenicientear como terapia ocupacional

Cuando tengo un ferviente deseo de estrangular a alguien, limpio. El complejo de Cinderella se apodera de mi y no puedo parar.

No es novedad que yo me azote y últimamente cuando siento el rush azotístico me busco un qué hacer hogareño. La semana pasada ordené las cosas del baño y lo limpié a fondo, me eché la cocina, la sala y barrí el balcón que tenía tierra desde el terremoto del 85. Esta semana ordené mi closet, saqué la ropa de tintorería que tenía desde los 50 años de mi mamá en la ropa sucia (mi madre cumple 53 este año). Ya no me queda rincón de mi casa por escombrar, estoy pensando en comprarme una pulidora para darle a los pisos y un algo pa lavar los sillones.

Ustedes pensarán que Mr. Cool y yo estábamos del chongo pero al revés la terapia fue preventiva y la verdad es que estábamos increíble, hasta que ayer que ya no tenía nada que limpiar me azoté durísimo, me lo imaginaba en la morgue con etiquetita de John Doe (o Juan Pérez) en su dedito gordo, (toco madera y de la de pirul que es para las limpias), me impresiona a la velocidad con la que mi mentecita crea fantasías, si trabajará en Disney me correrían por fatalista, la muerte de la madre de Bambi sería un chiste a lado de mis cuentos.

En fin, estoy buscando el remedio para, como dicen por ahí, bajarle dos rayitas. El de limpiar ayuda mucho pero vivo en un departamento y se me agota. A lo mejor ofrezco mis servicios de criada pero eso sí, como la María Victoria, bien criada. O volveré a tejer a ver si a mi sobrina si le hago cobija porque la del chepino nunca la acabé y ya tiene un año o ya se voy a aprender a escribir nombres en un arroz eso se ve que toma su tiempo.

Sea la actividad que sea estamos metiendo en cintura a mi Drama Queen, pero lo justo porque ah cómo me divierte en las bodas y fiestas maricas.