lunes, 2 de marzo de 2009

Apuestas y certidumbres

El viernes por la noche mientras intentaba dormir, en una casa que no es la mía, me entretuve leyendo los títulos del librero junto a la cama y me llamó la atención uno, “Apuestas y Certidumbres”. Me quedé dormida con esa frase y al despertar me sentí tentada a hojear el libro pero preferí no hacerlo porque mi viaje estaba entretenido y no quise desilusionarme.

La frase favorita de mi hermano, desde que me acuerdo, es “¿Cuánto apuestas? De chavita mi respuesta siempre era “yo no apuesto”. Me daba miedo arriesgarme. Hasta que me di cuenta que si yo sabía y estaba absolutamente cierta apostar era un gran negocio. El negocio no me salió porque mi hermano nunca pagó pero me hubiera ido muy bien.

Con el tiempo las apuestas dejaron de ser quién canta tal canción o si la vuelta es a la derecha o a la izquierda. Ahora apuesto por un trabajo, por una casa, por un chico y por todas esas decisiones que hay que hay que tomar cuando empezamos a ser adultos.

El problema es que las apuestas son cada vez más altas y las certidumbres son cada vez menos, a veces parece que vamos por la vida jugando el juego del No Mames (aquel en el que el del asiento de atrás tapaba los ojos del conductor mientras iba manejando). Nos tiramos el clavado por instinto, por gut.

Pero el instinto no es más que una respuesta rápida basada en experiencias previas, lo único que pasa es que no lo racionalizamos. Entonces me estoy contradiciendo porque al final la certidumbre es todo lo que ya pasó, todo lo que sabes y mientras más experiencias tengas pues más cierto vas por la vida. El punto sería más bien tener los ojos bien abiertos y las antenas bien atentas para aprender la mayor cantidad de lecciones, para que la vida pague sus apuestas y el negocio sea redondo.

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